miércoles, 19 de agosto de 2015

zopilotes cerca


Una mañana en el hotel, un zopilote bajó a beber agua de la piscina, muy cerca de nosotros. "La muerte se posa cerca", pensé instintivamente, acordándome, en una asociación de ideas casi automática, de ese apunte de Ernesto Hernández Busto incluido en su espléndido La ruta natural donde alguien muere en pleno vuelo y el resto de pasajeros se convierte en un inesperado cortejo fúnebre sobre las nubes. También enseguida pensé pobre bicho, endilgarle poderes mágicos sólo por ser feo y carroñero, deberías avergonzarte, no es la primera vez.

Luego, en la noche, un movimiento de sillas sacudió el teatro donde tenía lugar un espectáculo de animación barato. Enseguida, personal a la carrera fue y vino hablando por radio. Algo pasó. Abran paso. Una silla de ruedas entró vacía y salió ocupada, expulsada de la escena de felicidad artificial por los aplausos a un baile popular. Cuando salimos, aún estaba la ambulancia, y yo le tuve que explicar a mi hija de cinco años por qué no puedes acercarte en estos casos –está claro que su madre nunca será periodista–. Cuando el coche partió, las caras de los empleados lo decían todo. Y yo no pude evitar recordar que un zopilote bajó en la mañana a beber agua de la piscina, muy cerca de nosotros.