jueves, 30 de abril de 2009

Día 7. Encierro con salida controlada

Con semblante casi diría alegre, el presidente aconsejó ayer que nos quedáramos en casa durante cinco días. Ni las ordenanzas concernientes a la epidemia de peste redactadas y promulgadas por el lord alcalde y los regidores de la ciudad de Londres en 1665 fueron tan severas, pues sólo atañían a casas contaminadas por la enfermedad. La gente le ha hecho caso, pero no creo que por miedo, sino por un extraño y súbito sentido cívico. De hecho, me sorprende más la histeria de los españoles que la templanza resignada de los chilangos.

Por mi parte, me quejo de vicio. Tengo mis geranios y mis colibrís y el rubio de enfrente que lee en el balcón. Y sobre todo, tengo esta ventana, que para sí la hubieran querido los pobres londinenses encerrados en el siglo XVII. Hoy, por ejemplo, mi guardián hasta me dejó dar la vuelta a la manzana. Claro, que tuve que salir así:



Comprobé que estos días van a ser una suerte de larga mañana del 1 de enero: cierres echados, unos cuantos coches, alguien que pasa, poca información y la panadería de la esquina impertérrita despachando su bollería fina.

En cuanto a los hechos, hay cosas que sabemos:

- que según datos de la OMS, los afectados totales (siempre comprobados) son 257 repartidos en 11 países;
- que de los 159 muertos sospechosos de México están comprobados 12 a día de hoy (no es que hayan muerto cuatro más, sino que cuatro más se han comprobado en laboratorio);
- que de esos 12, siete eran del DF, cuatro del Estado de México y uno de Oaxaca (suponemos que la mujer que aventurábamos ayer, la primera víctima mortal del virus),
- y que la Unión Europea es lo suficientemente sensata como para no limitar los viajes a México,

y hay cosas que no:

- por qué los datos de la OMS de hoy para México de enfermos totales comprobados (97) contradice los datos del secretario de Salud (312, de los cuales, por cierto, 300 están recuperados),
- en qué medida la enfermedad está remitiendo en México (que lo está haciendo),
- quiénes son los muertos, salvo que ocho son mujeres y cuatro hombres (útil si acaso para denunciar al virus por violencia de género),
- por qué el secretario se queda tan tranquilo al decir que algunos de los fallecidos lo son porque se infectaron de otras bacterias al ser intubados en los hospitales públicos,
- si tenían alguna enfermedad previa que los hiciera vulnerables,
- y si en las cifras de México se incluyen las de los hospitales privados, que hasta la fecha no han dicho ni pegao queda.

Día 6. Los números. Parte II

Ya que no puedo salir de casa y las noticias tanto aquí como allá se hacen un lío con las cifras, opto por no perderme los informes oficiales de la OMS ni las ruedas de prensa diarias del secretario de salud (et al.); me pone nerviosa la torpeza y cierta chulería que tienen los ministros, pero por lo menos así soy yo la que hace las sumas.

A ver. De los sospechosos, que ya el secretario opta por omitir porque se ha dado cuenta de la que arma, 99 en total han sido confirmados como enfermos de la nueva gripe. Es decir, se han confirmado 73 más que ayer. De esos 99, han muerto los siete que dijeron ayer más uno que se añade a la cuenta (el ministro no aclara si ese muerto es la mujer de Oaxaca que se sospecha la primera víctima mortal). Ocho muertos en total confirmados por el virus H1N1 y 91 enfermos dados de alta. De ellos, 83 son del DF (de donde son los siete fallecidos confirmados ayer), trece del Estado de México, uno de Colima, uno de Oaxaca (¿la primera muerte? NS/NC) y otro de Veracruz (¿donde se inició el brote? NS/NC).

Observo que en los medios siguen hablando de "cerca de 200 vidas en todo el planeta". No entiendo qué calculadora usan.

martes, 28 de abril de 2009

Día 5. Los números. Un lío

Cinco días de "contingencia" (véase tercera acepción del drae y aplíquese con imaginación) han hecho falta para que el secretario de salud, que da dos ruedas de prensa al día y habla en los telediarios de máxima audiencia, haya dicho algo más de los muertos. Por lo pronto, corrobora las cifras oficiales de la Organización Mundial de la Salud, que a exagerada no la gana nadie (véanse noticias del 2005 de la gripe aviar): de los 159 muertos por neumonía atípica –una de las complicaciones en que puede derivar la nueva gripe–, siete han sido confirmados como enfermos del virus. Siete. Seis en la delegación de Tlalpan y uno en la de Magdalena Contreras, en el D.F. Ambas en el sur, dato interesante. Siguen sin decir nombres, "por respeto a la intimidad", ni perfiles (¿pobres, ricos, mediopensionistas?)

Otros diecinueve enfermos también han sido confirmados, pero se encuentran bajo control. Veintiséis en total.

Hoy dos periodistas se han hecho un lío con los números al preguntar al ministro, que a su vez tampoco maneja muy sueltamente las cifras. Ha sido triste porque no parecían becarios (el ministro incluido).

Y bueno, no hay que culparlos, porque a mí tampoco me cuadran las cifras: por el lado de la sospecha, hay casi dos mil enfermos y centenar y medio de muertos, y por el de los hechos verificados, sólo diecinueve afectados y siete muertos. O los laboratorios que analizan el virus son demasiado lentos (laboratorios yanquis, no cualquiera), o el número de afectados real va a ser mucho más bajo del que la gente teme.

O a lo mejor es que yo soy de letras...