martes, 20 de mayo de 2008

ETA según cierto México

La buena noticia, por La Jornada. Obsérvese la ausencia de la palabra "terrorista", lo cual convierte la nota, dizque objetiva, en pura cháchara pseudorrevolucionaria.

Y hablando de chácharas, léase este indignante documento, impensable en España salvo en las páginas de Egin, escrito por un señor colgado del guindo del 68.

martes, 6 de mayo de 2008

el maldito

Alguien menciona al principio del almuerzo que ahora está trabajando en la plaza de Coyoacán de viene-viene (esa suerte de menesterosos que te "ayudan" a aparcar el coche y te lo cuidan si les das una moneda). Dicen que fue un brillantísimo poeta, amigo de Octavio Paz, seductor irresistible. Eso fue antes de fungir de chapero para financiarse los vicios y de estar en la cárcel por atracar sevenelevens a punta de pistola. Aparece a la mitad de la comida y se detiene a hablar con los conocidos. El paso incierto del alcohólico irredento, pelo y barba enredados, los dientes que le quedan negros, una cicatriz ostentosa en la sien ("me caí"). Cuarenta y pocos años. Tiene un brillo especial en la mirada, un brillo distinto al del borracho, el brillo de un loco o de un genio. Hace gala de una memoria prodigiosa e inquietante. Al rato se hace molesto y hay que apartarlo del lugar. Se le ilumina la cara cuando le dan cien pesos: "Con esto voy a poder hasta desayunar". Y se va tan contento.

No es la primera vez que oigo una historia parecida aquí: aquella inteligencia privilegiada que murió ahogada en sus propios demonios, el otro que nunca se recuperó de la operación porque se pasaba de las rayas. La promesa que se trunca por la avidez de frenesí, ante cuyo despeño a los amigos sólo les cabe impotencia, lástima y caridad. Qué tristeza, esta ciudad de detectives salvajes...

lunes, 5 de mayo de 2008

helecho diferencial II: el cine de oro

El año pasado se cumplieron cien años del nacimiento del fotógrafo de cine Gabriel Figueroa, principal artífice del llamado cine de oro mexicano (Emilio Fernández, María Félix, Dolores del Río, Pedro Infante...) Las imágenes que Figueroa lograba, desde unos ojos de la Félix en primer plano -que a la luz de su cámara incluso eran expresivos- hasta sus legendarias nubes, son verdaderamente hermosas. Así lo supo ver Luis Buñuel, con el que trabajó en siete películas, la primera y más relevante de ellas Los olvidados.

Figueroa era un técnico eficaz, y no hay que quitarle méritos: hasta John Huston lo llamó a su lado. Pero he ahí el límite del cine de oro mexicano, el reluciente efecto que sacaba Figueroa de la película en blanco y negro. El resto, actores, directores, ¡guiones!, es patético y mediocre, y sólo sirvió para apuntalar y sacralizar la imagen que de México pretendía la revolución. O sea, hacer del cine un PRI. El indio bueno, el cura malo, el español malísimo, el gringo peor y viva la nacionalización del petróleo. Véanse María Candelaria, Maclovia, La Rosa Blanca.

Salvando las distancias ideológicas, por supuesto, imaginen a un cinematógrafo genial que hubiese fotografiado Raza, y a la pandilla compuesta por Sáenz de Heredia, Francisco Franco, Alfredo Mayo y Ana Mariscal la llamaran "cine de oro español". Imaginen ese fénomeno multiplicado por cincuenta, a razón de unos dos por año.

Pues eso.